La Arquitectura es abstracta y sólo es posible cuando se vuelve concreta, esta reflexión es la vida misma del ser humano, un ser que se encuentra en un limbo entre el cielo y la tierra, es decir un ser consciente de su mortalidad y por ello se conecta con lo divino a través de un proceso de abstracción que nos lleva a lo simbólico, como dijera Cassirer (2016), somos animales simbólicos, a través de esto se entiende que este simbolismo es nuestra realidad y por ello es indispensable en nuestro proceso de apropiación, una apropiación que se logra a través del encuentro con los objetos y en nuestro caso con el espacio habitable, este habitar en palabras de Heidegger hace referencia al Ser en la tierra, también nos dice “producir Arte es desvelar una verdad que quiere ser” (Heidegger, 2006), por lo tanto, si la arquitectura es una disciplina artística, entonces las producciones arquitectónicas deberían desvelar una verdad que quiere ser, esta verdad es la todo aquel contexto y visión de realidad de una comunidad en tiempo y espacio, es producir un objeto de confianza que permita la apropiación por parte de la comunidad o colectivo a quién va dirigido, un objeto de confianza que le da sentido de protección física y espiritual al ser humano. Por lo tanto, producir arquitectura es producir un objeto de confianza, visible a través de un discurso de realidad.