“La historia de la arquitectura empieza dos segundos atrás. Su conservación cuando da su primer respiro”.
Mas que edificios artísticos o patrimoniales, son recuerdos, espacios de diversa complejidad, formaciones estructurales de alto interés. Concreto y acero, construcciones que catalizan la vida, el recuerdo y las formas. Reflejo del progreso y de la vida, calidad espacial que rebaza a los patios centrales y a los muros de cal y canto.
Muros que delimitan, abren o cierran vistas. Fachadas al cielo. Brutalismo áspero y rudo o pañuelos de concreto flotante. Edificios de elegancia vertical o composiciones que derrapan el horizonte y se estacionan ahí. Nodos espaciales donde rebota la imaginación. Se nutren de vida urbana y de sus intimidantes composiciones.
Sistemas portantes rebuscados, acompañados por otro tipo de esfuerzos matemáticos, el desempeño físico de columnas, muros y trabes que evolucionaron sobre las piedras que trabajan a compresión. Edificaciones jóvenes que han envejecido más rápido que los padres virreinales o los abuelos prehispánicos. Nacen y esparcen sus raíces por la misma tierra.
Crecen, viven y, algunos sucumben antes que otros. Muchos se conservan erguidos y musculosos, otros decaen al abandono. Algunos buscan su estabilidad entre terrenos inestables o fangosos. Van caminando con la historia. Susceptibles a accidentes naturales, saqueados, tallados por el tiempo o manipulados sin decoro. Algunos se conservan y otros más descansan en paz.
Debemos entender el pulso de estas reliquias, revisar su química y hacer estudios serios: radiografías, biopsias, muestras de laboratorio, revisar su sistema óseo, escanearlos. Hacer modelos matemáticos. Han recibido diferentes patologías o maltratos. Antaño las manufacturas eran impredecibles y el control de calidad era silvestre. Con chatarra fundida fabricaban aceros y el alma de los concretos vivía contaminada.
A veces la nobleza de estos materiales termina siendo su misma maldición, pero la belleza y la valía de este patrimonio no se perderá.