El edificio de oficinas Bacardi, creado por Mies van der Rohe y terminado en 1961, está ubicado en Tultitlán de Mariano Escobedo, en la zona metropolitana de Ciudad de México. Esta es la segunda construcción del arquitecto para la compañía, y forma parte de un grupo de estructuras diseñadas por Félix Candela.
En el diseño de esta obra, situada sobre un jardín verde, Mies optó por una estructura que posibilita el concepto de planta libre, usando un módulo cuadrado como base. El volumen de dos pisos resulta ser rectangular en planta (52x27m), con una altura de 8 metros y un vacío central que da lugar a una doble altura. Como se puede observar en los planos, la planta baja consiste en un amplio espacio abierto, donde solo se encuentran dos escaleras simétricas que conducen al segundo nivel, rodeando el vacío central de doble altura y delimitando este espacio del área perimetral semicubierta en el primer piso.
Esta galería circunda por completo el amplio vacío central, que está rodeado de vidrio. La estructura de exoesqueleto ofrece una flexibilidad en la distribución interior que permite que las oficinas del segundo piso estén divididas por paneles móviles, pensando en posibles modificaciones y organización de la gestión.
En relación a las cargas que afectan al edificio, se pueden identificar dos tipos de estructuras que las soportan. La principal, que gestiona todas las cargas, fue diseñada con una malla de módulos cuadrados y pilares de acero con perfiles de “doble T”, situados en la planta cada aproximadamente 9 metros, tangentes al espacio central de doble altura, creando un ritmo perceptible desde cualquier ángulo.
La segunda estructura corresponde a las fachadas del edificio sede de Bacardí. Empleando también perfiles de “doble T”, el arquitecto segmentó cada módulo en 5 paneles, evidenciando la modulación que dio origen al proyecto.
Debido a la popularidad de la película The Brutalist y a la exposición Brutalismo Arquitectónico en México, exhibida en el Museo de Arte Moderno de CDMX y que concluye el 07 de abril del 2025, he querido publicar este texto sobre las influencias brutalistas en la arquitectura cancunense.
Comenzaré entonces por el origen del término brutalista.
El artista francés Jean Philippe Arthur Dubuffet (1901-1985), muy destacado a mediados del siglo XX, acuñó el término Art Brut, como resultado de sus investigaciones a partir de realizaciones artísticas hechas por niños, personas con retraso mental, reclusos, etc, es decir un arte fuera de las normas académicas.
Y Brutalismo fue el nombre con el que el crítico inglés Reyner Banham bautizó a la nueva arquitectura creada al terminar la Segunda Guerra Mundial, cuyas obras resultaban tan duras a la vista como al tacto, digamos también fuera de la estética tradicional.
El brutalismo, se caracteriza por su intencionado feísmo y estética tosca inspirada en las obras de ese momento del afamado arquitecto Le Corbusier, quien solía referirse al concreto como betún brut e influyó con su arquitectura de concreto haciendo lucir las marcas de la cimbra, sin recurrir a ningún recubrimiento o pintura.
Por otro lado, los arquitectos de la posguerra también estuvieron influidos por las fortificaciones alemanas, creadas durante la guerra como frentes de defensa; hechas con rapidez de manera económica y práctica, exponiendo la textura y color natural del concreto armado.
Durante los años cincuentas esta nueva corriente arquitectónica fue ganado seguidores, quienes a pesar de contar con los recursos económicos para producir obras ornamentadas, refinadas y recubiertas de diversos acabados, prefirieron la textura rugosa, tosca y dura del concreto.
El brutalismo llegó a los Estados Unidos y prontamente a México, donde encontró a grandes seguidores en los años setentas como Abraham Zabludovsky, Teodoro González de León, Orso Nuñez, Agustín Hernández,… la lista es larga.