Entendiendo la escala como la relación de proporción entre las dimensiones reales de un objeto y su entorno, podemos observar que esta, tiene mucha relación con su proporción; este entorno, así como la ciudad, es un modelo que te ayuda a contar con puntos de comparación, para producir “acupunturas urbanas” que tengan un impacto en tu localidad, tu barrio, tu calle, una intervención en base a lo que hay a tu alrededor; en este contexto, el ser humano debe ser la medida del espacio y eso, nos hace percibir una ciudad, una estructura, un espacio público, una habitación…
Por eso mismo decimos siempre que la escala tiene que ver con el otro, con la percepción, es decir un sujeto, un objeto, una ciudad…
Ahora bien, traducir una escala es comparar las ideas, llevarlas de la mano al papel como conceptos arquitectónicos, pasando etapas desde el origen de esa idea, a través del entendimiento de los límites, de sus contornos, de lo que contiene ese espacio, y así entender el espacio en sí.
Toda obra arquitectónica es singular y crea intersticios, agujeros, no es exacta, busca el límite; nosotros, somos los protagonistas de estos límites, de “eventos” donde se desarrollan nuestras vidas y en ese aspecto, la escala, impacta la percepción y la experiencia del lugar donde habitamos, nuestra manera de vivir.
La escala es un diálogo, una transferencia de elementos que tu sientes, es por eso que depende en gran medida de tu sensibilidad, de tus experiencias, de tu historia personal.