La arquitectura patrimonial se ubica en contextos urbanos que a lo largo de los años se han transformado como consecuencia de las dinámicas de una población en constante cambio. Entonces, conservar la arquitectura que surgió de necesidades pasadas para una sociedad actual o futura no es una tarea fácil. Un claro ejemplo lo podemos observar en lugares como Xalapa y Veracruz, cuyas realidades muestran complejidades diversas a pesar de situarse en el mismo Estado.
Durante el siglo XX los criterios nacionales de salvaguarda y valoración del patrimonio se basaron en la temporalidad, monumentalidad y densidad edificatoria. A partir de ello, se reconoció a la ciudad y puerto de Veracruz por su mayor cantidad e importancia de monumentos y a Xalapa con una baja densidad. No obstante, la población de esta última luchó por la preservación de su centro histórico y obtuvo su declaratoria municipal de protección en 1988 y en 1990 el decreto nacional. En contraste, Veracruz logró la declaratoria federal de protección de zona de monumentos en 2004, aunque desde 1915 se reconociera su primer monumento histórico: la Fortaleza de San Juan de Ulúa.
Si bien, las dos zonas de monumentos están protegidas, los retos y potencialidades para su salvaguarda son diferentes. En la ciudad costera existe un mayor impulso comercial y turístico que motiva a los diferentes niveles de gobierno a emprender constantemente proyectos de rehabilitación como parte de sus políticas. Por el contrario, en la capital del Estado, las problemáticas de movilidad y sus actividades de servicios y culturales demandan otro tipo de intervenciones. En ambos casos se vive un fenómeno de pérdida de habitantes del centro histórico, pero destaca notoriamente Veracruz por la tendencia de desocupación de hasta el 70% de sus viviendas por manzana en los últimos 30 años.
Ante ese panorama podríamos plantearnos que, si la población ha sido la principal defensora de su ciudad, ¿por qué la preservación no se enfoca en conservar el patrimonio vivo de sus centros históricos? Si las teorías de restauración señalan la conservación de las estructuras materiales originales ¿por qué no se reconoce y valora a los grupos sociales que conformaron el asentamiento como componentes esenciales?, ¿por qué enfocarse en el uso temporal del espacio público y no cuidar a la población que genera el sentido de la comunidad? Sin desechar las actividades que caracterizan las dinámicas actuales de los centros, es importante diversificar y salvaguardar el tejido social que propicie la apropiación de ese territorio al que llamamos patrimonio cultural.