Por: Alejandro Cepeda.
A veces, comenzar un negocio no es por cuestión de gustos o aficiones, también es por incidencias en nuestras circunstancias, que nos hacen descubrir a muchos, pasiones que transformamos en una forma de vida… me llamo Alejandro Cepeda, y desde muy niño, tuve vena comercial; se me hacía fácil hacer dinero aprovechando mis talentos, como el de dibujar, y el de relacionarme fácilmente con los demás. Y con base en ello, a los 6 años por ejemplo, vendía dibujos hechos por mí que al principio, me pedían que copiara; y ¡descubrí que podía hacer negocio!.
Ahí comencé mi carrera profesional en las ventas! Comencé a vender a $1.00 peso (1975) cada dibujo, lo que hizo un gran negocio a esa edad. Crecí y descubrí también la posibilidad de vender dulces importados (la llamada “falluca” en esa época) en la secundaria, ya que en esos años (principios de los ochentas) México fabricaba todo en el país, no teníamos una política de aranceles como ahora, por lo tanto, todo lo que queríamos consumir de “importado” (a veces, lo hecho en México era de muy mala calidad) teníamos que ir a Tepito, (yo que había nacido por ahí, era como estar como pez en el agua) por lo tanto, era fácil ir a buscar dulces gringos para vender en la escuela. Posteriormente, ya en la adolescencia, vendía ropa debido a que alguna ocasión, mi papá me dijo que yo gastaba como si fuera rico en mi ropa, y me ofrecí no pedirle dinero para comprarme mis “garritas” y mejor generar yo el ingreso.
Me dediqué a ser empleado durante muchos años (casi 25), sobre todo en el sector financiero, en el área de capacitación, principalmente donde me tocó conocer por fortuna, a gente desde Tijuana hasta Cancún, pasando por todos los estados del país y tuve oportunidad de comprobar que efectivamente, somos una nación muy, muy diferente, con bases similares, pero que si nos comportamos de manera diferente. Estando viajando, tuve la gran oportunidad también de conocer a clientes qué eran empresarios o estaban empezando negocios, o tenían medianos negocios.
Tuve la fortuna de empaparme de sus sueños, de sus ilusiones, de sus planes, y ayudarles con créditos al consumo, para poder lograrlos; descubrí que se podían “educar” bien en materia de finanzas, me era fácil colocar los créditos, por lo tanto, me especialicé en ventas de créditos al consumo, y mucho fue por medio de cambaceo; y te comparto que la calle, es donde aprendes muchísimo más de ventas, que en cualquier lugar, porque abordar clientes qué no te conocen, que no se les ofrece un servicio o un producto, y tú llegar a decirles qué haces, no es nada, nada fácil; recibes todo tipo de respuestas (en alguna ocasión, hasta me llegaron a echar la bendición, diciéndome: “Ustedes no deberían de existir!”), sin embargo, con todo lo que aprendí referente a crédito al consumo, para poder mejorar el nivel de vida cuando es bien manejado un préstamo, me ayudó mucho a orientar a este tipo de clientes que tenían negocio (aunque también dábamos créditos a empleados) pero la parte que a mí me gustó más, fue las pymes, por convivir directamente asesorando bien a los clientes, Duré 18 años en esa financiera (de Scotiabank) y en el año 2015, presidieron de mis servicios por petición mía, pude obtener una liquidación al 100%, ya no me gustaba trabajar ahí, y soy de la idea, que cuando no eres feliz en algún lugar o con alguien, mejor vete…y me fui… decidí emprender, haciendo negocios que no fructificaron como yo esperaba, no me fue mal, pero tampoco me fue como yo quería. Y al paso del tiempo, se me atravesó un shampoo que me regalaron, que me dijeron que me iba a sacar cabello (y aclaro que yo no creía en esas cosas, porque me parecían de charlatanes o de brujería), sin embargo, a los 3 meses de estar usando ese shampoo, me dice mi peluquera: “Te está saliendo cabello”, (yo no le había contado a nadie que estaba utilizando un shampoo para salida de cabello) y me entusiasme tanto, y por haber conocido gente en todo el país, empecé a publicar en el face, la maravilla de este shampoo, y efectivamente, la gente que me conocía, me lo empezó a pedir en muchos estados del país.
Fui el único alumno que no faltó a ninguna clase, incluso, terminando el curso yo seguía yendo, aunque fueran clases repetidas, porque a pesar de no creer en nada de esos productos, al regalar los que hacíamos en clases, (por lo mismo que yo no creía en ellos) me daba cuenta que funcionaban, porque la gente me decía: “Oye, el tónico que me regalaste para la circulación me funcionó, la crema que me regalaste para quitar mis dolores, me funcionó, el shampoo de sábila me quitó la caspa, y así todos los productos que hicimos en clases y que yo regalaba. Se volvió una marca: “Taller Herbal”, y esa, es otra historia….hasta la próxima.