El 19 de marzo, se ha establecido como el Día Nacional del Tequila. Es probable que el agave azul y su región productora, representan un claro ejemplo de la relación sincrética que se ha dado a lo largo del tiempo, entre el paisaje natural y cultural. Dando como resultado: una industria económicamente muy activa; la declaratoria de Patrimonio Mundial del Paisaje Agavero y las Antiguas Instalaciones de Tequila, por parte de la UNESCO en 2006; y el reconocimiento como una bebida con un alto prestigio en el mundo.
El uso y consumo de esta planta tienen una gran tradición e historia. Se reconoce que en la zona Occidente del México precolombino –al igual que en otras áreas– el empleo del agave era utilizado para la generación –entre otros usos– de bebidas alcohólicas de carácter ritual, que provenían de la fermentación de su corazón cocido. De hecho, el mito ancestral señala la caída de un rayo sobre el quiote de un agave, como el inicio o descubrimiento de esta cualidad de la planta.
Posteriormente, con la llegada de los españoles y la introducción de los alambiques para la destilación –provenientes de la cultura árabe– se ha aceptado que esta bebida, como la conocemos hoy en día, es resultado del mestizaje, al incorporar elementos prehispánicos y el uso de técnicas y procesos traídos del viejo continente.
No obstante, Rogelio Luna Zamora –uno de los pioneros en el estudio de la historia de esta emblemática bebida– indica que recientes investigaciones historiográficas y etnoarqueológicas, sugieren la posibilidad de que los antiguos pobladores no sólo conocían, sino que utilizaron el proceso de destilación, mediante el uso de vasijas propias para esta actividad. Esto indica que falta todavía mucho por conocer sobre su origen.
En la actualidad, el cultivo del agave azul y la exportación de tequila, representa una de las más importantes actividades del sector agroalimentario.
Aquí algunos datos para dimensionar su valor: