Con respecto a lo expresado por los habitantes de La Huizachera, se ha podido deducir que ser parte de San Pedro del Monte implica ser identificado como aquel que vive en lugar donde se encuentra el Hospital Psiquiátrico; en el imaginario del colectivo externo llega a identificarse como el lugar donde se encuentran los locos, lo que ha llevado a creer a que San Pedro del Monte es el lugar donde se encuentra aquello que la ciudad ha repudiado y dejado fuera de la yuxtaposición de imágenes que concentran el ideal de ciudad para la academia.
San Pedro del Monte está representado por dicotomías de memorias: la genuina, por parte de los habitantes, y la memoria impuesta. Ambas memorias reconfiguran las relaciones sociales entre el poder y el pueblo, dando lugar a escenarios distintos sobre los que se da la posibilidad de apreciar tanto a un territorio súper estructurado desde el poder que oprime, así como un territorio flexible, capaz de expandirse y reconfigurarse de acuerdo con lo que cada uno de sus habitantes narra respecto a sus memorias. Los geosímbolos construyen nuevos límites geográficos.
Durante el trabajo de campo, se ha determinado que los habitantes redibujan el territorio a partir de las prácticas, de lo vivido y lo delimitan desde la memoria, lo que permite establecer nuevos límites geopolíticos y socioculturales los cuales tienen la capacidad de dilatarse y contraerse simultáneamente con las memorias.
Los geosímbolos, pueden definirse como los elementos en los que afianzan las vivencias y que, con el paso de los años, se consolidan en nodos que se expanden para generar regiones que enlazan el territorio. El caso de San Pedro del Monte de manera particular, los geosímbolos tienden a replicarse dentro de una misma categoría y son capaces de narrar trasfondos distintos, lo que reacondiciona el escenario.
A San Pedro del Monte, se le denomina la región que integra los mezquites, las imágenes de la Guadalupana y los cuerpos de agua; mantenido la particularidad que cada uno de estos pueden recobrar una visión distinta para cada uno de sus habitantes. En el imaginario colectivo se designan una serie de imágenes en las que entra en juego la memoria depositada en los elementos físicos, sin discriminar las zonas geográficas.
En un conjunto de geosímbolos, es posible destacar el valor paisajístico que aportan. En el caso de San Pedro del Monte, tanto la vegetación que enmarca los senderos como la distribución de los cuerpos de agua han permitido que tanto el Mezquite y el Huizache encapsulen dimensiones socioculturales capaces de enlazarse y en los que se ven expuesto como geosímbolos, ya que pueden consolidarse como el símbolo de la despedida, el que marca la pauta del inicio de la fiesta, el que se convierte en un salón de clases, un comedor, etc.
Los geosímbolos pueden replicarse en escenarios completamente distintos, rebasando límites geográficos físicos y políticos. Se dice que un individuo, al encontrarse fuera de su lugar de origen, busca afianzar su identidad a nuevos elementos que compartan características físicas de aquellos que se encuentran representados en su lugar de origen y en los que se puedan cimentar para la reconstrucción de un espacio identitario en el que se impregnan los momentos como producto de la memoria.