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Esta decisión comenzó a permear en la Nueva España, al parejo de los movimientos independentistas, ocasionando que los gremios al contar con un poder cada vez más creciente, formaran parte, no en pocos casos, de la insurgencia contra el reino español. Al contrario de lo que sucede en España, esta condición sigue vigente hoy en día en México y sería una de las raíces de fondo por la cual no existe una ley de colegiación obligatoria.

Los vientos de cambio se presentarón en las deferentes guerras de independencia propiciando corrientes de libertad de criollos, mestizos y castas, ofreciendo espacios que nunca se habían considerado, entre ellas la entonces reciente experiencia francesa relacionada al precepto de igualdad ante la ley. Estas libertades rayaron en el descontrol, dado que el proceso de gobernabilidad estuvo siempre acechado por las fuerzas extranjeras y desfasado del proceso de una construcción del marco jurídico (constitución, leyes, normas y reglamentos) además de un desequilibrio en la gobernabilidad con la baja influencia de las autoridades nacionales y un alto nivel de autoritarismo en los gobiernos municipales. En grandes rasgos este desequilibrio también contribuyo a polarizar ideologías, intereses y sobre todo a evidenciar la pobreza y la riqueza, dando pie a un antagonismo indestructible entre dos grandes grupos políticos representados por los liberales en contra de los conservadores.

La abolición de limpieza de sangre, color y raza que eliminaba el monopolio de ocupar rangos académicos y altos puestos, origino también que el empleo como profesor (hoy profesionista), lo pudieran realizar personas sin demostración de instrucción alguna, entre ellos a los autodidactas.
Entre los años de 1833 y 1834, bajo las entonces reformas a las leyes de Valentín Gómez Farias, el título de Profesor y el de Doctor, fueron los únicos títulos académicos reconocido por el gobierno (similar al concepto actual de licenciado en…). De acuerdo con la entonces lista de profesiones y estudios superiores de la ciudad mencionaba “todo el que haya obtenido título de profesor en ciencias sagradas o ideológicas, medicina, jurisprudencia o ciencias físicas y matemáticas, podrá aspirar al grado de doctor en las mismas. Este será puramente académico y el que lo obtenga no llevará otro distintivo que un anillo”.

Así mismo, se destaca en el año 1833, derivado de la Compañía Lancasteriana (sistema de enseñanza mutua establecida por los ingleses) se crea la Dirección General de Instrucción Pública, que tuvo por objetivo reformar el sistema de enseñanza superior. Este fue el inicio de una evolución en la estructura del sistema nacional de enseñanza, convirtiéndose posteriormente en la hoy Secretaria de Educación Pública.

La época independentista de México estuvo plagada de propuestas sobre el posicionamiento de los profesionistas arquitectos en la inicial vida social, económica y democrática, desde aquellas que los identificaba con un perfil para ocupar los cargos de elección popular (particularmente en las legislaturas) hasta aquellas relacionadas al pago de impuestos.

Dos gremios en el Segundo Imperio y la República Restaurada

La relación gremial de los ingenieros con los arquitectos comenzó en 1857 cuando el ministerio de Relaciones Exteriores autorizo a la Academia de San Carlos el proyecto de incorporar la carrera de ingeniería civil, contratando para ello al arquitecto, pintor y arqueólogo Javier Cavallari, entonces Director de la Academia de Milán y posteriormente Director de la propia Academia de San Carlos, quien con la experiencia del plan milanés formuló un plan académico combinado o mixto, dando pie a formalizar la profesión de ingeniero-arquitecto en México.

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Las reformas liberales de Benito Juárez, que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XIX, fueron una serie de leyes y cambios constitucionales que transformaron profundamente la estructura política, económica y social de México. Algunas de estas reformas impactaron en las profesiones como la ingeniería y la arquitectura, especialmente por su énfasis en la modernización del país y el impulso a la infraestructura nacional. Particularmente la secularización de bienes e instituciones (separación de la iglesia y el Estado) facilitaron la creación de nuevas instituciones públicas y educativas. Esto permitió que la educación en áreas como la ingeniería y la arquitectura fuera más accesible y organizada, al margen de influencias religiosas. A lo largo del tiempo, el fortalecimiento de estas disciplinas académicas facilitó la formación de profesionales y la necesidad de una organización que los agrupara.

Para tener un marco comparativo de nivel internacional, recordemos que el Instituto Americano de Arquitectos (AIA) de los Estados Unidos fue fundado en el año de 1857, en Argentina en 1886 se fundó la Sociedad Central de Arquitectos (SCA).

En este contexto, la formación oficial de ingenieros, arquitectos e ingenieros-arquitectos y habiendo concluido el segundo imperio de Maximiliano, se crea el 24 de enero de 1868 la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México (AIAM) presidiéndola por vez primera el Ing. Francisco de Garay. Si bien fue un primer logro de una agrupación gremial de carácter oficial, lo anterior también genero una confusión en la sociedad civil, lo mismo se contrataba a un ingeniero que a un arquitecto, empleándolos indistintamente. Por ello, el perfil de las capacidades artísticas o plásticas del arquitecto se diluía con la presencia por igual de los ingenieros e ingenieros militares.

Cabe mencionar que aunque la AIAM se mantiene vigente, considerando que la principal actividad es la entrega de los Premios Nacionales de Arquitectura e ingeniería, su potencial es mayor, no solo por ser el primer órgano oficial gremial que une ambas profesiones técnico-humanísticas, sino que podría también vincular un sinfín de nuevas especialidades relacionadas principalmente con el hábitat, las ciudades y la innovación, respetando y coorganizando la libertad de espacio entre los colegios y federaciones específicas de arquitectos, ingenieros e ingenieros-arquitectos.

El gremio y el porfirismo

Durante los años de 1878 al 1902, en la Cámara de Diputados se presentaron diversas propuestas de reforma al Artículo Tercero de la Constitución, desde aquellas que evidenciaban la contradicción entre la expedición de títulos profesionales (considerando un listado preferencial de profesiones) hasta aquellos que defendían la libertad de trabajo y por tanto el libre ejercicio de las profesiones, excluyendo el otorgamiento de licencias oficiales, pronosticando el que los títulos solo producirían monopolios.

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Esta decisión comenzó a permear en la Nueva España, al parejo de los movimientos independentistas, ocasionando que los gremios al contar con un poder cada vez más creciente, formaran parte, no en pocos casos, de la insurgencia contra el reino español. Al contrario de lo que sucede en España, esta condición sigue vigente hoy en día en México y sería una de las raíces de fondo por la cual no existe una ley de colegiación obligatoria.

Los vientos de cambio se presentarón en las deferentes guerras de independencia propiciando corrientes de libertad de criollos, mestizos y castas, ofreciendo espacios que nunca se habían considerado, entre ellas la entonces reciente experiencia francesa relacionada al precepto de igualdad ante la ley. Estas libertades rayaron en el descontrol, dado que el proceso de gobernabilidad estuvo siempre acechado por las fuerzas extranjeras y desfasado del proceso de una construcción del marco jurídico (constitución, leyes, normas y reglamentos) además de un desequilibrio en la gobernabilidad con la baja influencia de las autoridades nacionales y un alto nivel de autoritarismo en los gobiernos municipales. En grandes rasgos este desequilibrio también contribuyo a polarizar ideologías, intereses y sobre todo a evidenciar la pobreza y la riqueza, dando pie a un antagonismo indestructible entre dos grandes grupos políticos representados por los liberales en contra de los conservadores.

La abolición de limpieza de sangre, color y raza que eliminaba el monopolio de ocupar rangos académicos y altos puestos, origino también que el empleo como profesor (hoy profesionista), lo pudieran realizar personas sin demostración de instrucción alguna, entre ellos a los autodidactas.
Entre los años de 1833 y 1834, bajo las entonces reformas a las leyes de Valentín Gómez Farias, el título de Profesor y el de Doctor, fueron los únicos títulos académicos reconocido por el gobierno (similar al concepto actual de licenciado en…). De acuerdo con la entonces lista de profesiones y estudios superiores de la ciudad mencionaba “todo el que haya obtenido título de profesor en ciencias sagradas o ideológicas, medicina, jurisprudencia o ciencias físicas y matemáticas, podrá aspirar al grado de doctor en las mismas. Este será puramente académico y el que lo obtenga no llevará otro distintivo que un anillo”.

Así mismo, se destaca en el año 1833, derivado de la Compañía Lancasteriana (sistema de enseñanza mutua establecida por los ingleses) se crea la Dirección General de Instrucción Pública, que tuvo por objetivo reformar el sistema de enseñanza superior. Este fue el inicio de una evolución en la estructura del sistema nacional de enseñanza, convirtiéndose posteriormente en la hoy Secretaria de Educación Pública.

La época independentista de México estuvo plagada de propuestas sobre el posicionamiento de los profesionistas arquitectos en la inicial vida social, económica y democrática, desde aquellas que los identificaba con un perfil para ocupar los cargos de elección popular (particularmente en las legislaturas) hasta aquellas relacionadas al pago de impuestos.

Dos gremios en el Segundo Imperio y la Republica Restaurada

La relación gremial de los ingenieros con los arquitectos comenzó en 1857 cuando el ministerio de Relaciones Exteriores autorizo a la Academia de San Carlos el proyecto de incorporar la carrera de ingeniería civil, contratando para ello al arquitecto, pintor y arqueólogo Javier Cavallari, entonces Director de la Academia de Milán y posteriormente Director de la propia Academia de San Carlos, quien con la experiencia del plan milanés formuló un plan académico combinado o mixto, dando pie a formalizar la profesión de ingeniero-arquitecto en México.

Las reformas liberales de Benito Juárez, que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XIX, fueron una serie de leyes y cambios constitucionales que transformaron profundamente la estructura política, económica y social de México. Algunas de estas reformas impactaron en las profesiones como la ingeniería y la arquitectura, especialmente por su énfasis en la modernización del país y el impulso a la infraestructura nacional. Particularmente la secularización de bienes e instituciones (separación de la iglesia y el Estado) facilitaron la creación de nuevas instituciones públicas y educativas. Esto permitió que la educación en áreas como la ingeniería y la arquitectura fuera más accesible y organizada, al margen de influencias religiosas. A lo largo del tiempo, el fortalecimiento de estas disciplinas académicas facilitó la formación de profesionales y la necesidad de una organización que los agrupara.

Para tener un marco comparativo de nivel internacional, recordemos que el Instituto Americano de Arquitectos (AIA) de los Estados Unidos fue fundado en el año de 1857, en Argentina en 1886 se fundó la Sociedad Central de Arquitectos (SCA).

En este contexto, la formación oficial de ingenieros, arquitectos e ingenieros-arquitectos y habiendo concluido el segundo imperio de Maximiliano, se crea el 24 de enero de 1868 la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México (AIAM) presidiéndola por vez primera el Ing. Francisco de Garay. Si bien fue un primer logro de una agrupación gremial de carácter oficial, lo anterior también genero una confusión en la sociedad civil, lo mismo se contrataba a un ingeniero que a un arquitecto, empleándolos indistintamente. Por ello, el perfil de las capacidades artísticas o plásticas del arquitecto se diluía con la presencia por igual de los ingenieros e ingenieros militares.

Cabe mencionar que aunque la AIAM se mantiene vigente, considerando que la principal actividad es la entrega de los Premios Nacionales de Arquitectura e ingeniería, su potencial es mayor, no solo por ser el primer órgano oficial gremial que une ambas profesiones técnico-humanísticas, sino que podría también vincular un sinfín de nuevas especialidades relacionadas principalmente con el hábitat, las ciudades y la innovación, respetando y coorganizando la libertad de espacio entre los colegios y federaciones específicas de arquitectos, ingenieros e ingenieros-arquitectos.

El gremio y el porfirismo

Durante los años de 1878 al 1902, en la Cámara de Diputados se presentaron diversas propuestas de reforma al Artículo Tercero de la Constitución, desde aquellas que evidenciaban la contradicción entre la expedición de títulos profesionales (considerando un listado preferencial de profesiones) hasta aquellos que defendían la libertad de trabajo y por tanto el libre ejercicio de las profesiones, excluyendo el otorgamiento de licencias oficiales, pronosticando el que los títulos solo producirían monopolios.

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