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Vasconcelos al ser nombrado Secretario de Instrucción Pública se rodeó de aquellos primeros intelectuales que ayudaron a crear la Universidad Nacional, ya maduros, con cicatrices físicas y de conciencia por la lucha intestina, literatos, pintores, filósofos, músicos, poetas, actores y demás representantes de las artes, incluyendo a los arquitectos, quienes fueron la cara idealista de un nuevo movimiento. Este movimiento no fue ajeno a la influencia del contexto internacional, la ideología marxista, la izquierda, los liberales cubren a varias sociedades de nuevas esperanzas, comunidades más justas y equitativas, demostrando su efectividad con la revolución de octubre, eliminando el régimen zarista.

Los beneficios de los gobiernos socialistas se difunden bajo importantes programas de propaganda política, animando a los diferentes sectores sociales e intelectuales, presas fáciles por su fragilidad en los países no desarrollados, a integrarse a estos ideales igualitarios.

Para entender la política cultural y educativa vasconcelista, particularmente sobre la arquitectura, habría que recordar los antecedentes significativos de dos ejercicios previos. De acuerdo con el texto de Xavier Moyssén, la primera experiencia se refiere a la participación de un pabellón en la Exposición Internacional de 1867 en Paris, diseñado por Desiré Charnay (fotógrafo, arqueólogo y explorador francés), a quien Maximiliano designó, gestando un edificio de carácter prehispánico copia a escala 1.1 del Templo de Quetzalcóatl en Xochicalco.

La segunda experiencia, también en Paris de un pabellón mexicano en la Exposición de 1889, en la que por el tipo de mensaje que Porfirio Diaz trató de enviar a la comunidad internacional, fue un refrito de la de 1867. Este pabellón fue producto de un concurso cuya convocatoria establecía que tenía por objetivo representar lo que se consideraba el espíritu nacional y éste no era otro, en ese momento, que el indígena o prehispánico. Ambos pabellones fueron sujetos al escrutinio público y la critica de expertos dejo poco para la reinterpretación de una nueva identidad nacionalista a través de este estilo arquitectónico. Sin embargo, al correr del tiempo se continuaron haciendo obras con este perfil, como casas habitación, fabricas, escuelas, museos, conjuntos multiusos y hasta arcos triunfales. De entre estas expresiones las mejor logradas, dadas las características plásticas de formas, proporciones, fuerza y mensaje de cultura y civilización, fueron las que contenían rasgos de la cultura maya.

Defensores de las posibilidades para rescatar y adecuar la arquitectura prehispánica a la modernidad, no fueron muchos, pero sí de gran renombre. Obras de Frank Lloyd Wright como Holly Hook House y Charles Ennie House absorbieron y expresaron este legado, así mismo el Arq. Federico Mariscal incorpora motivos prehispánicos en el interior del Palacio de Bellas Artes, además de recomendar a los alumnos de las escuelas de arquitectura, conocer y estudiar los edificios prehispánicos localizados en Yucatán, destacándose las intervenciones del Arq. Manuel Amábilis, yucateco, estudioso metódico de la herencia de la península, quien se atrevió a repetir un pabellón de estilo prehispánico, de raíces mayas, en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1928 (edificio que actualmente se mantiene en uso) teniendo como antecedente en 1922, el edificio denominado la Casa del Pueblo, localizado en la Ciudad de Mérida.

Los ideólogos vasconcelistas tuvieron un gran nivel de éxito en otras expresiones artísticas, destacando la música (con Fanny Anitúa, Revueltas y Moncayo), en la pintura mural (con Rivera, Siqueiros y Orozco) y en la dramaturgia (con Pellicer, Usigly y Antonieta Rivas Mercado), entre otras artes y otros artistas. En la arquitectura fue distinto. Proponer una idea nacionalista a través de la arquitectura y sostenerla en medio de las corrientes internacionales, era todo un reto. El acudir a las raíces prehispánicas representaban un cartucho quemado, una alegoría al mal gusto que rayaba en lo ridículo. Regresar a las corrientes europeas, particularmente a las expresiones de la modernidad (art deco, simbolismo, futurismo y art nouveau, entre otros), se interpretaba como repetir el error por lo que los revolucionarios habían luchado.

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Vasconcelos volteo la mirada hacia una historia más reciente, previa al independentismo, lo que se llamo popularmente como la colonia (si bien es cierto que el control español sobre la mayoría del territorio americano nunca fue manejado como colonia, el virreinato es al nombre apropiado para referirse a aquella época).

La tesis estableció que el origen del mestizaje es producto de la época colonial, por tanto, la mayor parte de los mexicanos provienen de ese momento histórico, enfatizando que nuestra identidad fue construida con la fusión de la sangre indígena y europea.

Esta teoría identitaria se convirtió también en una corriente arquitectónica, en la corriente de la nueva colonia, lo neocolonial. Esta corriente se traslapo y compitió con la recién publicada Teoría de la Arquitectura de José Villagrán García, teoría visionaria hacia el racionalismo y el funcionalismo que fue poco a poco afianzándose como el libro de texto de las escuelas e instituciones superiores de arquitectura. No obstante, la corriente neocolonial fue un éxito empresarial en el desarrollo de las ciudades y del crecimiento de los nuevos barrios, mayormente expresada con casas habitación, llegando a las ciudades estadounidenses y centroamericanas.
Los esfuerzos se redoblan al postularse Vasconcelos como candidato a la Presidencia de la Republica. La visión nacionalista estaba lista para crecer no solo al ámbito cultural y educativo, sino en toda la administración pública. La decepción fue grande cuando los políticos ejercieron como políticos y los artistas como artistas. Nuevamente México quedaba a la deriva en la lucha de los intereses entre liberales y conservadores.

En esta incertidumbre emerge Luis Barragán (ingeniero) con sus primeros trabajos en la Ciudad de Guadalajara a finales de los años 20´s, intentando crear su propio lenguaje nacionalista asociado al modernismo, provisto de esa fuente colonial de raíz islámica (marroquís para ser precisos), soportada por el paisaje natural, el color y las formas simples y geométricas, conocida posteriormente como una corriente emocional. Su figura y arquitectura se reconocerían internacionalmente, dos décadas después, como la arquitectura que buscaba representar la identidad mexicana.

El gremio y la izquierda

Para el año 1934, el 1ro de julio, se elige Presidente de la Republica al General Lázaro Cárdenas, quien había alentado la lucha y movilización por las demandas de los trabajadores, su salario, el sindicalismo y los contratos colectivos, es decir, ideas liberales con un derrotero eminentemente de izquierda.

De inmediato, con un horizonte de identidad nacionalista debilitada y un creciente empuje hacia el socialismo, se rescata el nombre de la organización gremial de 1905 y se funda jurídicamente con su respectiva protocolización el 11 de agosto de 1934 la Sociedad de Arquitectos Mexicanos A.C. (SAM), siendo el primer Presidente el Arq. José López Moctezuma.

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Vasconcelos al ser nombrado Secretario de Instrucción Pública se rodeó de aquellos primeros intelectuales que ayudaron a crear la Universidad Nacional, ya maduros, con cicatrices físicas y de conciencia por la lucha intestina, literatos, pintores, filósofos, músicos, poetas, actores y demás representantes de las artes, incluyendo a los arquitectos, quienes fueron la cara idealista de un nuevo movimiento. Este movimiento no fue ajeno a la influencia del contexto internacional, la ideología marxista, la izquierda, los liberales cubren a varias sociedades de nuevas esperanzas, comunidades más justas y equitativas, demostrando su efectividad con la revolución de octubre, eliminando el régimen zarista.

Los beneficios de los gobiernos socialistas se difunden bajo importantes programas de propaganda política, animando a los diferentes sectores sociales e intelectuales, presas fáciles por su fragilidad en los países no desarrollados, a integrarse a estos ideales igualitarios.

Para entender la política cultural y educativa vasconcelista, particularmente sobre la arquitectura, habría que recordar los antecedentes significativos de dos ejercicios previos. De acuerdo con el texto de Xavier Moyssén, la primera experiencia se refiere a la participación de un pabellón en la Exposición Internacional de 1867 en Paris, diseñado por Desiré Charnay (fotógrafo, arqueólogo y explorador francés), a quien Maximiliano designó, gestando un edificio de carácter prehispánico copia a escala 1.1 del Templo de Quetzalcóatl en Xochicalco.

La segunda experiencia, también en Paris de un pabellón mexicano en la Exposición de 1889, en la que por el tipo de mensaje que Porfirio Diaz trató de enviar a la comunidad internacional, fue un refrito de la de 1867. Este pabellón fue producto de un concurso cuya convocatoria establecía que tenía por objetivo representar lo que se consideraba el espíritu nacional y éste no era otro, en ese momento, que el indígena o prehispánico. Ambos pabellones fueron sujetos al escrutinio público y la critica de expertos dejo poco para la reinterpretación de una nueva identidad nacionalista a través de este estilo arquitectónico. Sin embargo, al correr del tiempo se continuaron haciendo obras con este perfil, como casas habitación, fabricas, escuelas, museos, conjuntos multiusos y hasta arcos triunfales. De entre estas expresiones las mejor logradas, dadas las características plásticas de formas, proporciones, fuerza y mensaje de cultura y civilización, fueron las que contenían rasgos de la cultura maya.

Defensores de las posibilidades para rescatar y adecuar la arquitectura prehispánica a la modernidad, no fueron muchos, pero sí de gran renombre. Obras de Frank Lloyd Wright como Holly Hook House y Charles Ennie House absorbieron y expresaron este legado, así mismo el Arq. Federico Mariscal incorpora motivos prehispánicos en el interior del Palacio de Bellas Artes, además de recomendar a los alumnos de las escuelas de arquitectura, conocer y estudiar los edificios prehispánicos localizados en Yucatán, destacándose las intervenciones del Arq. Manuel Amábilis, yucateco, estudioso metódico de la herencia de la península, quien se atrevió a repetir un pabellón de estilo prehispánico, de raíces mayas, en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1928 (edificio que actualmente se mantiene en uso) teniendo como antecedente en 1922, el edificio denominado la Casa del Pueblo, localizado en la Ciudad de Mérida.

Los ideólogos vasconcelistas tuvieron un gran nivel de éxito en otras expresiones artísticas, destacando la música (con Fanny Anitúa, Revueltas y Moncayo), en la pintura mural (con Rivera, Siqueiros y Orozco) y en la dramaturgia (con Pellicer, Usigly y Antonieta Rivas Mercado), entre otras artes y otros artistas. En la arquitectura fue distinto. Proponer una idea nacionalista a través de la arquitectura y sostenerla en medio de las corrientes internacionales, era todo un reto. El acudir a las raíces prehispánicas representaban un cartucho quemado, una alegoría al mal gusto que rayaba en lo ridículo. Regresar a las corrientes europeas, particularmente a las expresiones de la modernidad (art deco, simbolismo, futurismo y art nouveau, entre otros), se interpretaba como repetir el error por lo que los revolucionarios habían luchado.

Vasconcelos volteo la mirada hacia una historia más reciente, previa al independentismo, lo que se llamo popularmente como la colonia (si bien es cierto que el control español sobre la mayoría del territorio americano nunca fue manejado como colonia, el virreinato es al nombre apropiado para referirse a aquella época).

La tesis estableció que el origen del mestizaje es producto de la época colonial, por tanto, la mayor parte de los mexicanos provienen de ese momento histórico, enfatizando que nuestra identidad fue construida con la fusión de la sangre indígena y europea.

Esta teoría identitaria se convirtió también en una corriente arquitectónica, en la corriente de la nueva colonia, lo neocolonial. Esta corriente se traslapo y compitió con la recién publicada Teoría de la Arquitectura de José Villagrán García, teoría visionaria hacia el racionalismo y el funcionalismo que fue poco a poco afianzándose como el libro de texto de las escuelas e instituciones superiores de arquitectura. No obstante, la corriente neocolonial fue un éxito empresarial en el desarrollo de las ciudades y del crecimiento de los nuevos barrios, mayormente expresada con casas habitación, llegando a las ciudades estadounidenses y centroamericanas.
Los esfuerzos se redoblan al postularse Vasconcelos como candidato a la Presidencia de la Republica. La visión nacionalista estaba lista para crecer no solo al ámbito cultural y educativo, sino en toda la administración pública. La decepción fue grande cuando los políticos ejercieron como políticos y los artistas como artistas. Nuevamente México quedaba a la deriva en la lucha de los intereses entre liberales y conservadores.

En esta incertidumbre emerge Luis Barragán (ingeniero) con sus primeros trabajos en la Ciudad de Guadalajara a finales de los años 20´s, intentando crear su propio lenguaje nacionalista asociado al modernismo, provisto de esa fuente colonial de raíz islámica (marroquís para ser precisos), soportada por el paisaje natural, el color y las formas simples y geométricas, conocida posteriormente como una corriente emocional. Su figura y arquitectura se reconocerían internacionalmente, dos décadas después, como la arquitectura que buscaba representar la identidad mexicana.

El gremio y la izquierda

Para el año 1934, el 1ro de julio, se elige Presidente de la Republica al General Lázaro Cárdenas, quien había alentado la lucha y movilización por las demandas de los trabajadores, su salario, el sindicalismo y los contratos colectivos, es decir, ideas liberales con un derrotero eminentemente de izquierda.

De inmediato, con un horizonte de identidad nacionalista debilitada y un creciente empuje hacia el socialismo, se rescata el nombre de la organización gremial de 1905 y se funda jurídicamente con su respectiva protocolización el 11 de agosto de 1934 la Sociedad de Arquitectos Mexicanos A.C. (SAM), siendo el primer Presidente el Arq. José López Moctezuma.

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