Dice un refrán muy conocido en nuestra tierra que “a río revuelto, ganancia de pescadores”, a través de estas líneas, queridos colegas, me gustaría transformar primeramente esa idea en “a río revuelto, unidad y trascendencia”.
Para nadie es un secreto que nuestro país vive tiempos complicados de polarización; basta con entrar a cualquier red social para darse cuenta de la diversidad de ideas y la facilidad para encontrar un entorno complicado entre la sociedad misma: los del norte contra los del sur, los de derecha contra los de izquierda, los de izquierda contra los de derecha. Pareciera que en estos tiempos, pensar distinto a otro significa automáticamente una discordia.
Aún ni siquiera entramos a un periodo electoral y el 90% de las noticias que suenan en la radio, en la televisión, en los medios impresos y por supuesto, digitales, tienen que ver con “frentes”, “corcholatas”, “INE” y por supuesto, un “río que suena muy revuelto”.
Es aquí, estimados colegas, donde creo que como ingenieros civiles, tenemos la gran responsabilidad de participar y dignificar nuestra profesión; hacer y hacer valer la importancia que tiene la ingeniería para mejorar la calidad de vida de las personas.
Esta es quizá la más relevante. Analiza la viabilidad en el mercado de un producto o servicio. Se interesa, sobre todo, por satisfacer las necesidades del cliente que a su vez es el centro de toda empresa.
Aquí la tecnología adquiere especial relevancia. Se busca conocer qué recursos técnicos precisa la empresa para llevar a cabo un proyecto. Sobre todo, los relacionados con las tecnologías de la información y comunicación (TIC).
Como su nombre indica estudia las leyes, normas o reglamentos que afectan a un negocio o un proyecto empresarial. Por tanto, en este caso lo que interesa es el marco jurídico necesario para llevarlo a cabo.
Esta es muy habitual, sobre todo, en grandes empresas. Lo que intenta averiguar es si esta cumple con sus convenios y acuerdos internos. Por ejemplo, los relacionados con sindicatos, empleados o accionistas. Un ejemplo habitual son las guarderías para los hijos de los empleados.
Pero, ¿qué diferencia hay entre los estudios de factibilidad y los de prefactibilidad? A primera vista podrían confundirse, pero existen importantes diferencias entre ellos. Para los últimos, que son los primeros que se deben realizar, ofrecen una visión inicial del alcance del proyecto, una sustentación de por qué vale la pena el esfuerzo y una proyección financiera que permita vislumbrar las inversiones. Es, en definitiva, una suerte de diagnóstico sobre la posibilidad de aventurarse en esa determinada obra.
En la factibilidad, se entiende que el proyecto tiene el primer aval o espaldarazo, así que la información se detalla para conocer la viabilidad económica, los tiempos de ejecución, los recursos que se precisan, el flujo de trabajo, sus etapas y, desde luego, la situación del mercado. Recordemos que la construcción, como cualquier negocio, debe garantizar unos ingresos que soporten la inversión inicial, los gastos y costos y, al final del ejercicio, permita obtener ganancias.
En este escenario, una herramienta fundamental es el presupuesto, estimado con valores reales del mercado y con cantidades o unidades de medida que permitan tener una visual de los números. Para calcularlo y controlarlo, se cuentan con los softwares Construplan y Construcontrol que son de gran utilidad en esta fase del proyecto.
Ahora bien, los análisis del terreno son inherentes a los proyectos constructivos, de la misma forma que temas legales vinculados específicamente con el trámite de la licencia de construcción, que debe adelantarse ante las curadurías. Estas entidades, a su vez, realizan sus propios análisis para, de acuerdo con las especificaciones y formulaciones presentadas, se estime la conveniencia o no de la realización de la obra.
Una de las claves del éxito de cualquier tipo proyecto está en su correcta planeación. En efecto, contar con toda la información o “data” necesaria para prever tanto un buen desempeño, como un buen resultado, minimiza riesgos y garantiza en términos financieros, el retorno de la inversión.
En este “río revuelto” en donde para todos los mexicanos el futuro es más que incierto, tenemos la responsabilidad de levantar la voz y ser conscientes de que, sin ingeniería civil, no hay progreso.
Históricamente, a la ingeniería civil debemos la infraestructura básica, desde el agua potable que utilizamos y consumimos, los caminos y vías terrestres que generan desarrollo, las edificaciones que son parte fundamental de las metrópolis y por supuesto, las soluciones generales al entorno.
Sencillamente, sin ingeniería civil, no existe remota posibilidad de calidad de vida.
Basta con charlar entre nosotros, colegas del norte, sur y centro del País para darnos cuenta de que en diferentes proporciones, compartimos prácticamente las mismas problemáticas: agua, inundaciones (o falta del vital líquido y su suministro, en otros casos), tráfico o carencias graves de planeación urbana y mejora regulatoria, por mencionar algunas.
Qué decir también de la falta de oportunidades y mejores condiciones para el ejercicio profesional, que todos en algún momento hemos carecido, a pesar de la importancia que tienen las cuestiones técnicas que implican a la ingeniería civil, para el desarrollo nacional.
La reflexión recae entonces en una simple cuestión ¿cómo ser “pescadores” en este río revuelto?
La respuesta es sencilla: volviendo a las bases de la ingeniería civil y el gremialismo. Levantando la voz y haciéndole ver a la sociedad y a las autoridades, la importancia que tiene y tendrá la ingeniería civil para el desarrollo del País en el futuro inmediato.
En eso sentido, creo que nuestra Federación Mexicana de Colegios de Ingenieros Civiles (FEMCIC), tiene un enorme sentido de participación y pluralidad, en donde las problemáticas que vivimos como representantes de cada estado y nuestras metrópolis, se convierten en la búsquedad de soluciones comunes.
La unidad que ha promovido nuestro Presidente, el Ingeniero Carlos Ernesto Fierros Pacheco, es una gran oportunidad para alzar la voz y ser partícipes de las mesas en donde se tomarán las decisiones de nación por los próximos años, en donde se propondrán las grandes obras que habrán de ejecutarse y los proyectos que pretendan llevarse a cabo.
En el actual proyecto de la FEMCIC que con toda congruencia a los tiempos actuales hemos bautizado como #JuntosSomosFemcic, cabemos todos los que por vocación no sólo tomamos la decisión de ser ingenieros civiles, si no que adoptamos también al gremialismo como un estilo de vida.