Un recurso para el ser.
Por: Dr. Salvador Zermeño Méndez
Egresado IBERO León
¿La arquitectura debe de tener un fundamento filosófico en sus conceptos y sí su soporte argumentativo deba situarse en la belleza y la justicia dentro de su concepción espacial? El desarrollo de proyectos de arquitectura integrales además de contar con rigurosos argumentos científicos y estar empeñados en la comprensión de la arquitectura bajo la óptica de la termodinámica, como ganancia o pérdida de energía para mantener un confort espacial, si además es una arquitectura para el conocimiento, en la conformación de espacios de meditación y reflexión ajenos al ajetreo de la vida ordinaria y si apuestan por la salvaguarda y la puesta en valor del patrimonio con la finalidad de conocerlo, preciarlo y protegerlo, como legado para mantener su memoria histórica y sí es una arquitectura para el asombro y la comprensión de la angustia existencial, una arquitectura del análisis, de la reflexión y de la crítica soportada filosóficamente dentro de las líneas más contemporáneas del pensamiento humano nos llevaría a una arquitectura de la belleza y la justicia.
Dice Alberto Pérez Gómez que la arquitectura “seria simplemente inconcebible sin la presencia de lugares significativos, cuyo significado no es simplemente intelectual sino emotivo, dentro de una consciencia encarnada, para encontrar la sabiduría que habita en lugares específicos, que es cultura con cualidades expresivas profundas imposibles de reducir a un teorema”1
La arquitectura para el conocimiento ayuda a través de una dialógica reflexiva permanente a ubicar la realidad de estos tiempos: violenta, desbordada, caótica, de pandemias, sin universales a aferrarse, de destrucción planetaria; donde el pensamiento crítico y la duda- sospecha de lo que se da como verdadero, cerrado o concluido y que debe cuestionarse, abrirse, donde un mundo siempre puede conformarse de otra manera a la establecido, a lo dado por hecho.
La arquitectura para el conocimiento ayuda a través de una dialógica reflexiva permanente a ubicar la realidad de estos tiempos: violenta, desbordada, caótica, de pandemias, sin universales a aferrarse, de destrucción planetaria; donde el pensamiento crítico y la duda- sospecha de lo que se da como verdadero, cerrado o concluido y que debe cuestionarse, abrirse, donde un mundo siempre puede conformarse de otra manera a la establecido, a lo dado por hecho.
La búsqueda de conceptos arquitectónicos situados en la gratitud y el encanto más allá del miedo y la reverencia, más allá de una experiencia formal óptica una atmósfera poética, llena de sensualidad y donde queden implicados todos los sentidos a quien la viva, llena de seducción y placidez; en la comprensión del otro y en la unión de la erótica como fuente de vida y lo espiritual; situada en la tradición, la memoria y los rituales culturales para la comprensión humana dentro del Universo.
Una arquitectura dentro de las inteligencias emocionales como fuente del conocimiento a experimentarse permanentemente, como la construcción espacial de lugares emotivos para que el humano pueda orientarse existencialmente.
Una arquitectura para la comprensión planetaria de su propia condición humana, vida- amor- muerte, cuya orientación comunitaria y espacialmente colectiva coopere para la participación de los humanos en el orden del cosmos.
Como dice Pérez Gómez “La arquitectura es orientación radical en la experiencia, más allá de las palabras. Por lo tanto, mientras que su teoría tiene raíces en historias míticas o poéticas, en la filosofía, la teología o la ciencia, durante diversos momentos de su historia, la arquitectura no es reducible a ninguno de estos discursos”[1], para así hacer una arquitectura integral bajo una mirada holística bajo una perspectiva humanística que logre la belleza y la justicia y oriente al humano en un espacio compartido de arquitectura del cuidad planetario y de la propia especie humana y que haga a cada ser una experiencia profunda y significativa que oriente su propio orden y sus propósitos existenciales.