Una ventana a la memoria.
Por: Arq. Laura Sánchez
Alumna de Arquitectura ITESM León
Una construcción sobria, dócil, que cede ante el paramento de las demás habitaciones del antiguo barrio de Tacubaya. Se anuncia así la habitación
de un artista que, al mismo tiempo, comulga con una vocación introspectiva, íntima y que por sus materiales y acabados se vuelve paradójicamente humilde e intencionalmente anónima 1. La casa simplemente llega y permanece con una expresión austera, casi inagotable, con el anhelo de pasar inadvertida, de no ser por su escala y la delicadeza de sus aberturas dosificadas.
Con designio de permanecer y conmover a quienes la visitan, así concibe Luis Barragán la más íntima de sus obras, una casa formada de momentos y tiempo, atrapándonos en cada espacio con la intención de abismar nuestros sentidos y evocar nuestros deseos de habitar en ella.
La casa de Luis Barragán se distingue por su singular manejo de escala en cada espacio, en la intención narrativa de los detalles y en la delicadeza con la que la luz entra por las ventanas y se desliza sobre sus muros texturizados dejando al paso un diminuto juego de llenos y de vacíos, donde el lleno habla con la luz y el vacío se enamora de la penumbra. La luz y la penumbra hacen de cada espacio una travesía diferente, ostentando la experiencia del buen vivir, provocando el arte del ver, disfrutar y hacer propia una obra ajena. (Herreros, 2006).2
Casa estudio es contemplativa y dentro de su inmaculada blancura se levanta una sensualidad afilada y diabólica, una mezcla de refinamiento y de misticismo, de perversión y de pureza que son la esencia misma de su habitante.3
Un vez que visitas casa Barragán reparas en la idea de que es mucho más de lo que podemos leer en libros y revistas, es evocadora y seductora, está llena de recuerdos e historias que nos demuestran que la casa es más que el diálogo de luces y volúmenes; no es el contraste de los colores por los que vagamente se le recuerda, sino que, es todo lo relacionado con lo que siente el cuerpo al moverse a través de los muros y pasillos, como aquel pasillo de entrada que nos estruja, contiene y nos libera en tan solo un instante, es lo que resuena en nuestra memoria cuando entramos en la estancia y nos dejamos caer en un vacío al ver el jardín posterior que eclipsa el límite y nos hace perdernos en un ryad sin fondo.
Si para él la casa era una prolongación del jardín y éste, el jardín, cualquier jardín, un pedazo del Paraíso, ¿no sería también la casa, para él, una prolongación del paraíso o, acaso, como aspiración, quizá, ambos, una voluntad de encontrar, de recuperar las plantas y las piedras del sueño extraviado?” (Payán, 2006)4.
Cada visita es una confirmación de lo dicho, es la mesura con la que entramos en los dormitorios; el lugar donde el tiempo se detiene al cruzar el umbral que nos recibe, nos contiene y de pronto nos expone ante una paz que inunda el espíritu y una vez más nos sorprende, nos provoca llevar nuestra mirada a una ventana perfecta, donde su único motivo es delinear aquel jardín, el alma entera de la casa. Curioso, como si en aquel espacio solo se permitiere dormir, soñar, estar; una vez más recordamos nuestro deseo de habitar en ella y en su cálida quietud.
Existen momentos en la casa donde Barragán conmueve nuestros sentidos con el más mínimo detalle, una abertura en la losa que derrama luz sobre una escultura, una pequeña cruz de madera, o bien, esa pequeña escalera que se baña de color amarillo a partir del mediodía y se apodera de una profundidad infinita, una profundidad que tímidamente nos muestra el camino a la azotea, un lugar que anhela tocar el cielo con muros gigantes y que se desviven por encantar las miradas que reposan sobre los puntos de una perfecta alineación.
Casa estudio se asoma como un proceso de locura, una vez que la visitas te retiras pensativo, dejando que las emociones se reposen en tu mente un par de días, a veces varios. Regresas a ella y una vez más inconscientemente tratamos de buscar el origen de aquellas emociones que nos invaden, pero Barragán algo se propone para los moradores de su obra y para quienes visitan su refugio, es que jamás la conozcan del todo, la luz del sol siempre nos revelará nuevas emociones pasando de un espacio a otro, de un jardín a otro, de lugares llenos de melancolía y misterio y de pronto en lugares donde el aire y la belleza son uno mismo, supongo que nunca acabaremos por entenderlo.
Bibliografía:
Barragán, C. c. (2017). ALEJANDRO RAMIREZ UGARTE. Ciudad de México: ARQUITÓNICA.
Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán A. C. (06 de Junio de 2020). CASA LUIS BARRAGÁN. Obtenido de http://www.casaluisbarragan.org/index.html
Herreros, J. (2006). El porqué de algunas fotografías. En H. U. Reyes, El aire es Azul (págs. 96-104). San Lorenzo, España.: TRILCE.
Payán, C. (2006). Sobre casa Barragán. En H. U. Reyes, El aire es azul (pág. 227). Ciudad de México: TRILCE.
Poniatowska, E. (2013). De la tierra al cielo; Cinco arquitectos mexicanos. Ciudad de México: Seix Barral.
Reyes, H. U. (2006). El aire es azul. Ciudad de México: TRILCE.